¿Conoces la historia del Hospital Colonia de Barbacena?
Fundado en 1903 en Barbacena, Minas Gerais, el hospital psiquiátrico fue diseñado para albergar a 200 pacientes – una realidad que se mantuvo durante poco tiempo –, ya que no tenía criterios médicos de admisión.
En otras palabras, de ser un hospital, el lugar se convirtió en un “depósito de indeseables” y la ciudad recibió el apodo de “Ciudad de los locos”. El lugar también albergaba a pacientes que eran enviados por sus familiares por quedarse embarazadas antes del matrimonio, mujeres “rebeldes”, negros, homosexuales, discapacitados, personas con introspección, entre otros.
Daniela Arbex, periodista y escritora, retrata el recorrido de la Colonia durante más de un siglo desde la perspectiva de los supervivientes a los que ha entrevistado durante meses.
¿Te quedaste curioso? Sigue leyendo y aprende más sobre la historia de estas personas y del hospital con el resumen del libro “Holocausto Brasileiro”.
De lectura obligada para la vida, el libro “Holocausto Brasileiro: Genocídio - 60 mil mortos no maior hospício do Brasil”, en traducción libre al español “Holocausto brasileño: genocidio - 60 mil muertos en el mayor hospicio de Brasil”, de la autora Daniela Arbex, tiene 280 páginas divididas en 14 capítulos y fue lanzado en mayo de 2013 por el Editorial Intrínseca.
Fue reconocido como Mejor Libro-Reportaje del Año por la Asociación Paulista de Críticos de Arte (2013) y segundo mejor Libro-Reportaje en el Premio Jabuti (2014). Además, “Holocausto Brasileiro” fue adaptado en un documental por HBO y en una serie de televisión brasileña por Globoplay.
Con una escritura accesible que invita al lector a seguir leyendo en todo momento, la obra es una recopilación sobre la vida de los supervivientes del manicomio conocido popularmente como “Hospital Colonia de Barbacena”.
La autora retrata la historia con esmero, devuelve el nombre y la identidad a quienes les robaron la libertad y los derechos privados y saca del olvido un acontecimiento que tuvo lugar en el siglo pasado.
Nacida en Juiz de Fora/MG, Daniela Arbex se graduó en Comunicación Social por la Universidad Federal de Juiz de Fora y comenzó su carrera en el periódico Tribuna de Minas, donde fue reportera durante más de 23 años. Actualmente es escritora y ha vendido más de 250.000 ejemplares de sus libros.
Fue elegida la mejor reportera de investigación de Brasil en 2020 por el Trofeo Mujeres de la Prensa y también cuenta con otros 20 premios, entre ellos tres premios Esso y el premio de periodismo American Knight International.
Es autora del bestseller “Holocausto brasileiro” y de los libros “Cova 312” ganador del Premio Jabuti en 2016, y “Todo dia a mesma noite”, donde cuenta la historia no contada de la discoteca Kiss.
Al leer la biografía del Holocausto brasileño, encontrarás historias de supervivencia, coraje y superación. Después de todo, podemos entender el antes y el después de los supervivientes del Hospital Colonia de Barbacena.
Además de los estudiosos de la Medicina, la Enfermería, la Psicología y el Derecho, que tendrán acceso a un contenido con ejemplos de violaciones de los Derechos Humanos y un capítulo oscuro de Brasil, el libro está indicado para quienes tienen la Historia como una de sus disciplinas favoritas o simplemente sienten curiosidad.
Por lo tanto, si cumple con estos requisitos, la lectura será sumamente provechosa. Por último, aconsejamos precaución a la hora de leer las experiencias retratadas durante el libro, ya que se describen informes sobre la violencia ocurrida dentro del campo de concentración.
A lo largo de la biografía, Daniela Arbex narra con detalle los acontecimientos del Hospital Colonia de Barbacena a través de los relatos de los supervivientes y de los documentos de la institución.
Así, la historia del llamado “Holocausto brasileño” comienza con la Fundación Educativa de Asistencia Psiquiátrica, inaugurada en 1903 en un terreno que albergaba otros hospitales con enfermos de tuberculosis.
A diferencia de la institución que conoceremos más adelante, esta antigua organización era un lugar extremadamente opulento, donde los internados comían en platos de porcelana y cubiertos de plata.
La autora menciona que la Colonia, como se la llama popularmente, fue diseñada inicialmente para albergar a 200 pacientes y mantenía criterios médicos casi inexistentes. Lo que significó que, de ser un hospital psiquiátrico, el lugar se transformó en un “depósito de indeseables”.
Los pacientes enviados a la institución eran negros, tímidos, alcohólicos, mujeres que se quedaban embarazadas antes del matrimonio, mendigos, homosexuales, discapacitados o cualquier otra persona juzgada como indeseable, incluso visualmente.
Según las conclusiones de Arbex, el 70% de los internos del Hospital Colonia de Barbacena no tenían diagnosticada ninguna patología mental. Registros como el de una mujer llamada María, ingresada en 1911, explican que fue admitida porque tenía “tristeza”.
Además, el autor informa de que, cuando se fundó el hospital en 1903, también se adquirió un enorme terreno cerca de la institución, lugar que posteriormente sirvió de cementerio.
Daniela sostiene además que la intención nunca fue curar a los pacientes y que los negros, los suicidas o los considerados “locos” no podían ser enterrados con otros individuos “comunes”. El Cementerio de la Paz, como fue nombrado, está actualmente clausurado debido al exceso de material orgánico.
Fundado en Barbacena, una ciudad del interior de Minas Gerais, el hospital era el punto final de un tren, llamado el “tren de los locos”, término acuñado por Guimarães Rosa cuando trabajaba como médico voluntario en el hospital psiquiátrico.
El tren pasaba por el estado y sus alrededores para recoger a futuros pacientes, normalmente niños que las madres dejaban porque creían que sus hijos necesitaban tratamiento o personas que se emborrachaban en la noche interior y eran expulsadas por la policía.
Estos individuos fueron enviados en vagones de carga, de forma similar a lo que ocurría en los campos de concentración, especialmente el más famoso de la historia, Auschwitz.
Una curiosidad relatada por Daniela Arbex es que hubo una disputa entre Barbacena y Belo Horizonte por el título de capital de Minas Gerais. Como ya sabemos, Barbacena estaba en desventaja y, como “premio de consolación”, la ciudad recibió el Hospital Colonia. Este fue un evento totalmente político.
La autora dice que incluso las vacantes para trabajar en el hospital formaban parte de una estrategia política, ya que bastaba entregar una carta de un político de la reunión para conseguir un trabajo allí.
De este modo, se supone que los empleados del Colonia no eran aptos para el trabajo. Al fin y al cabo, ¿cuántos de ellos han sostenido alguna vez una jeringuilla o han administrado medicamentos?
Daniela explica que la psiquiatría en aquella época era ineficaz y básicamente experimental.
Describe los procedimientos que consistían en sólo dos pastillas – una rosa y otra azul –, electroshock, lobotomía y baños fríos, con la intención de contener e intimidar, sin propiedades terapéuticas.
El autor también informa de que desde el momento en que los pacientes cruzan la puerta del hospital, se les deshumaniza. Además, a los que llegaban sin documentos se les cambiaba el nombre y a los que eran “abandonados” por sus familias se les ponía el apodo de “Ignorado como tal”.
A medida que aumentaba el número de personas internadas, crecía paralelamente el índice de indiferencia. Según Daniela Arbex, el director del hospital sugirió que los pacientes durmieran en “camas de suelo”.
Las camas no eran más que un montón de hierba, recogida por el personal para que se secara por la mañana y que acumulaba orina, heces e insectos. Las enfermedades eran inevitables.
Con la llegada del frío, la gente se reunía en esta hierba para calentarse. Sin embargo, los que se quedaron abajo no pudieron soportar el peso y murieron allí.
Durante el verano, el número de muertos diarios llegó a ser de dieciséis personas. En invierno, este número aumentaba a unas sesenta personas al día. De ahí el subtítulo de la biografía de Arbex: 60 mil muertos en el mayor hospicio de Brasil.
Con 5 mil pacientes en el lugar a mediados de la década de 1930, se estima que había dos empleados por cada grupo de 400 pacientes. A pesar de la financiación más que suficiente enviada por el gobierno, la estructura del hospital era precaria, señala la autora.
En la actualidad, el Hospital de la Colonia alberga el Centro Hospitalario Psiquiátrico de Barbacena y cuenta con 171 pacientes ingresados de larga duración. Al fin y al cabo, incluso con el fin de la institución, estas personas siguen hospitalizadas porque no tienen lazos familiares ni ningún lugar al que ir.
Francisca Moreira dos Reis, trabajadora de la cocina, fue una de las candidatas al puesto de auxiliar de enfermería en 1979. Ella y otras mujeres, que nunca habían hecho nada parecido, participaron en una sesión de electroshock con pacientes elegidos al azar.
Se sintió sacudida por lo que vio durante la práctica y finalmente abandonó la profesión. Según Daniela, Chiquinha, como la llamaban cariñosamente, conocía el Hospital Colonia desde los diez años, porque su madre trabajaba en el hospital.
Cuando fue contratada en 1977, llegó a la cocina y cuenta su primer recuerdo en el trabajo, cuando preguntó a un empleado por el menú del día y recibió la respuesta: frijoles, huevo cocido y pasta blanca.
Además de que la comida era poco nutritiva, Chiquinha sigue diciendo que la cantidad no era suficiente para las 4800 personas y que lo que hicieron fue espesar y espesar el caldo con harina de mandioca, además de añadir pocos condimentos, lo que hizo que la comida fuera casi incomible
Huérfana de padre y madre, a los once años Sonia fue enviada a Colonia por la policía por hacer truco en la calle. Permaneció en el hospital psiquiátrico durante más de cuarenta años y era conocida como una paciente que curaba a los enfermos sin necesidad de medicamentos. En una de estas prácticas, ayudó a Terezinha y nunca más se separaron.
Durante su estancia en Colonia, Sônia sufrió violencia física, fue encerrada en una celda húmeda y se quedó sin agua durante varios días. También reveló a la autora que le sacaron sangre sin su consentimiento para aplicarla a los pacientes que se sometían a una lobotomía.
En 2003, Sônia y Terezinha dejaron el hospital de la mano para vivir en una residencia terapéutica en Barbacena. Sólo a los cincuenta años conocieron el significado de la palabra respeto.
Ambas obtuvieron documentos y fueron incluidas en el Benefício de Prestação Continuada del gobierno brasileño, otorgada por Lei Orgânica de Assistência Social. Sônia adquirió el hábito de comprarse zapatos, se tiñó el pelo blanco, se compró vestidos y solía llevar más de uno a la vez, desarrolló una diabetes por culpa de la gaseosa y realizó su sueño de volar a Porto Seguro.
La autora Daniela Arbex incluyó varios relatos en el libro y uno de ellos cuenta la historia de Luizinho, un niño negro que, a mediados de la década de 1950, comenzó a “mostrar signos de rareza”. Según su madre, el niño era tranquilo, no jugaba descalzo en la calle como otros niños de su edad y prefería el aislamiento.
La noticia de un tratamiento médico llegó a los oídos de Donana, la madre de Luiz. Así, según relata Arbex, decidió autorizar la internación de su hijo en el hospital, convencida de que el niño sufría algún trastorno psicológico.
El día señalado, cuando los niños eran recogidos por el tren que pasaba por el estado, Donana vistió a su hijo con sus mejores ropas: una blusa blanca de manga larga y unos pantalones, herencia que le había dejado su fallecido padre. Le arregló el pelo rizado del chico y le dijo que se reunirían después de un rato.
Como escribe Daniela, esa fue la última vez que Luiz vio a su madre. Al entrevistarlo, el hombre de setenta y ocho años fue hospitalizado por su timidez y nunca se le diagnosticó locura.
Durante sus años en la Colonia, fue golpeado, esclavizado y llegó a construir, de forma gratuita, casas municipales para un empleado del hospital. La madre de Luizinho murió a los setenta y cinco años sin respuesta.
El día de su muerte, Donana dejó la cama de su hijo ordenada, como había hecho durante los últimos treinta y dos años. Con la muerte de su madre, la autora relata que Lilia, la hermana de Luiz, fue enviada a un manicomio, donde quedó ciega y con demencia precoz. El reencuentro de los dos hermanos se produjo después de sesenta años.
El libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, relata la historia del autor y psicólogo como prisionero durante tres años en un campo de concentración de la Alemania nazi.
Si busca algún propósito en su vida o necesita enfrentarse a la adversidad, la obra “La segunda montaña”, del autor canadiense David Brooks, es imprescindible. En ella, el autor aporta la reflexión de que los compromisos son necesarios para el sentido de la vida. Por lo tanto, el compromiso con la familia, con una causa o con la sociedad te ayudará a encontrar el sentido de tu existencia.
Por último, el libro “El Largo Camino Hacia la Libertad”, cuenta la historia de Nelson Mandela, líder del movimiento contra el Apartheid, y abarca todas las experiencias y logros del ex presidente sudafricano.
A lo largo del libro, Daniela Arbex describe varios hechos ocurridos con los pacientes ingresados en el Hospital Colonia. En este sentido, hemos separado algunas enseñanzas esenciales proporcionadas por los supervivientes:
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